[Una novel·la de Dídac Costa.]
A Capitania, la presència de Goded va aixecar els ànims dels soldats i els oficials, que esperaven que el prestigiós general pogués capgirar la sonada derrota que estaven patint. Tot i així, el mateix Goded no es feia gaires esperances. Endut més per una mena de sacrifici d’honor que per un enteniment realista de la situació, va jurar que no permetria de cap manera que l’exèrcit fos derrotat pel poble, i menys encara per anarquistes i catalanistes.
En primer lloc va recórrer a la infanteria del regiment d’Alcàntara, a qui ordenà per telèfon:
—Vayan a auxiliar de nuevo a las tropas de artillería de los Docks. Una vez allí, aguarden mis órdenes para salir, escoltando una batería que saldrá bajo el mando del comandante Urzúe. ¡No puedo entender que hayan salido sin la protección de la infantería!
Però aquesta unitat no aconseguiria arribar als Docks, ja que seria ràpidament rebutjada en el seu segon intent d’aproximació. Només uns pocs soldats van aconseguir entrar-hi, però eren del tot insuficients per revertir el setge que patien. Sabent d’aquest fracàs, Goded es comunicà amb la mateixa caserna dels Docks:
—¿Teniente coronel Roldán? Le llamo para informarle de que me he hecho cargo de la División y voy a iniciar una operación de reconquista. ¿De qué fuerzas dispone aún allí?
Mostrant poc entusiasme, Roldán li compartí la complicada situació en què es trobaven:
—Bueno, mi general —digué, girant-se per observar el desgavell i el desolat panorama dins del quarter—. Aquí aún disponemos de buena parte del regimiento. Pero estamos rodeados por el populacho. Las dos compañías que han salido a primera hora han sido destruidas. Hemos recibido ataques de la aviación, de los guardias de asalto y del pueblo. Los soldados que han logrado regresar al cuartel aún creen que luchamos para defender la República. Pero esto no podrá durar mucho tiempo y solo Dios sabe lo que puede ocurrir cuando la tropa comprenda que nos levantamos contra ella…
—Entendido. Póngame con el comandante Urzúe.
—Sí, mi general —respongué atansant-li l’aparell.
—Comandante Urzúe, le habla el general Goded —i, aprofitant l’últim moment en què encara va poder disposar del telèfon, li ordenà—: Urge la salida de dos baterías, que serán apoyadas por las fuerzas de infantería.
El comandant Urzúe, també ja força desanimat, recuperant-se encara del tiroteig patit a Pla de Palau no feia ni una hora, replicà a Goded gairebé sense esma:
—Si mi general lo ordena, se cumplirán sus órdenes. Pero antes debo informarle de lo que ha ocurrido esta mañana previo a su llegada. Hemos salido con dos baterías con sus piezas completas y mosquetones. Pero hemos sido tan terriblemente atacados por grupos de paisanos y guardias de asalto, que la que iba en avanzada ha caído de lleno en manos del enemigo, así como sus oficiales, entre ellos el capitán Varela, que además ya estaba herido.
—¡No me diga!
—Sí, general. Hemos logrado retirar la otra batería con muchas dificultades. Pero ahora mismo, la salida del cuartel es mucho más difícil, puesto que el populacho ha levantado una barricada a cien metros, desde donde dominan la entrada principal. Ahora mismo estamos sufriendo un duro tiroteo, porque los que están en la barricada y en otros puntos se han dado cuenta de la entrada del refuerzo de Roldán, que ha conseguido llegar de puro milagro, lo cual ha sido un aliento que le agradecemos, general. Pero esta es la situación.
Goded baixà les espatlles aclaparat. Com una tauleta de xocolata desfent-se per la calor, el dur posat altiu i presumptuós amb què havia arribat es fonia en el d’algú vençut i abatut. Començava a resignar-se i a admetre que realment tot estava perdut.
—Está bien… Continúen allá hasta que veamos si logramos organizar otra estrategia —ordenà, mentre penjava el telèfon.
El comandant Lázaro insistí:
—Ya le decía yo, mi general, que esto es una ratonera…
—¿Puede usted callarse? —li esbroncà enfurismat—. ¿No tiene nada más que aportar?
Goded romangué pensatiu, mirant per la finestra uns segons, mentre murmurava:
—Abandonado, estoy abandonado…
En sentir-ho des de l’altra punta de la sala, on estava escortat per un grup d’oficials, el general Llano el corregí amb malícia:
—Derrotado, que no es lo mismo, Goded.
El general, ferit per aquell comentari punxant, el mirà amb odi, i li replicà:
—¡Aún no! —I ordenà tot seguit al seu ajudant—: Lázaro, envíe un radiotelegrama a Palma solicitando el envío urgente de un batallón de infantería y una batería de montaña. Y curse otro cable a Zaragoza ordenando también el rápido envío de fuerzas. Póngase al habla con Mataró y Gerona para que sus tropas marchen sobre Barcelona.
—¿Desde Zaragoza y Mallorca? —preguntà Llano amb un somriure sarcàstic—. ¿Cree usted realmente que llegarán a tiempo? No dispone de tanto margen, Goded —digué per contrariar-lo, gaudint en veure com el gran general es trobava en un veritable atzucac. Goded l’observà amb menyspreu, però s’estalvià nous embats. Poc després, el sergent tornava amb una altra mala notícia:
—Mi general, los radios han sido cursados. Pero es imposible contactar con Mataró y Gerona. Las comunicaciones están cortadas…
—¡Maldita sea! ¡Pues envíe a un oficial a Mataró para que cumpla esa orden en persona!
Cinc minuts després, el mateix sergent tornava amb cara de resignació:
—Imposible salir de Capitanía. El coche blindado tiene los neumáticos pinchados por proyectiles, y estamos completamente sitiados.
Eren dos quarts de tres, i la derrota dels revoltats semblava imminent. Veient com creixia la desmoralització entre els revoltats amb tantes negatives i el bombardeig constant de l’aviació de Sandino, Goded se’n recordà dels hidroavions, i ordenà al seu ajudant:
—Lázaro, envíe un enlace a la base naval, ordenando que preparen los hidros por si nos hacen falta. —S’aturà per pensar uns segons, i seguí—: Los usaremos para bombardear el Prat. Deme papel para cursar la orden de que bombardeen la base del Prat antes de que los aviones que hay allá puedan despegar. Si no están con nosotros, hay que destruirla completamente, con todos sus aviones. Los hidros también nos servirán por si tenemos que regresar a Mallorca.
La resposta a aquesta última ordre trigà pocs minuts a arribar. La duia el capità Lecuona, i seguiria enfurismant Goded.
—Mi general, cuando el enlace ha llegado a la Aeronáutica con la orden, los hidros ya habían salido rumbo a su base en Mahón, en vista de la hostilidad de la marinería y el personal de la Aeronáutica.
—¡Maldita sea! Sí, comandante Lázaro, tiene usted razón, estamos en una ratonera.
Descobriu-ne més des de LA RESISTÈNCIA
Subscribe to get the latest posts sent to your email.